Mi padre era profe de matemáticas y física en un instituto así que la ciencia siempre la tuve muy a mano. En aquella época mi Polonia natal estaba ocupada por los rusos que prohibieron usar los laboratorios de las escuelas, así que mi padre desmontó el de su instituto y nos lo instaló en casa, ¡vaya regalo!
Las autoridades rusas no permitían a las chicas recibir enseñanza superior así que una de mis hermanas y yo nos apuntamos a una ‘escuela clandestina’ fuera del control de los ocupantes, pero eso no nos era suficiente, así que hice un pacto con mi hermana. Yo trabajaría para ganar dinero y dárselo a ella para que fuese a estudiar a París y luego ella haría lo mismo por mi.
Mientras trabajaba de institutriz para ayudar a mi hermana seguí estudiando y por fin, cuando tenía 24 años, pudimos reunir suficiente dinero como para que yo fuese a estudiar a la Universidad de París, a casa de mi hermana, según el plan.
Había estudiado por mi cuenta pero tenía mucho trabajo atrasado respecto al resto de alumnos así que me tocaba ponerme las pilas, y me las puse. Me saqué dos carreras y un doctorado, pero no todo era estudiar. Para una investigación sobre magnetismo me buscaron un hueco en un laboratorio que llevaba un tal Pierre Curie, y efectivamente, hubo magnetismo. De compañeros a amigos y de amigos a marido y mujer.
Juntos trabajamos mucho y bien. Y a partir de aquí, la parte más conocida: los primeros estudios sobre la radiactividad , el descubrimiento de los elementos Radio y Polonio y el premio Nobel de Física (1903). Por cierto, en un principio iban a dejarme fuera del premio pero Pierre rechazó el galardón si no se reconocía también mi trabajo, como era de justicia. Pierre se me fue pronto por culpa de un accidente y no pudo ver cómo me otorgaban también el Nobel de Química (1911).
Después, en la Primera Guerra Mundial puse mis conocimientos al servicio de Francia y diseñé unas unidades móviles de rayos X para ayudar a los cirujanos en el campo de batalla y allí me fui junto con mi hija Irene, a aportar lo que pudiésemos como operadoras de radiología.
Como todo eso de la radiactividad era nuevo, no teníamos ni idea de lo que nos traíamos entre manos y lo manejábamos alegremente, sin ninguna protección. Y esos, como ahora sabéis, son elementos muy dañinos para la salud si no se manejan con cuidado y yo no lo tuve, así que lo pague con la vida. Tanto es así, que aún hoy, si quieres echar un vistazo a mis cuadernos y notas de laboratorio, tienes que usar un traje especial, por que siguen emitiendo radiación.

