Para algunos se trata de «una respuesta inadecuada a los asuntos contemporáneos», porque el cine de ciencia ficción ofrece imágenes que nos acostumbran a las contradicciones, porque se aferra con obsesión a la brujería tecnológica y se aprovecha del miedo a lo desconocido.
Alejarnos de cualquier intento por racionalizar, o que renunciemos a intentarlo, parece ser su objetivo; crear momentos de duda, dejarnos suspendidos entre lo misterioso y lo real con esa condenada pregunta «¿qué pasaría si…?». Pero este género que hunde sus raíces en la tríada «razón, ciencia y tecnología» suele provocar una fascinación a la que no siempre es fácil resistirse.