«Spider» robótico para vigilar volcanes. JPL/NASA
Tienen el tamaño de un microondas y tres patas, sus creadores les llaman «spiders». Pueden detectar terremotos, medir sutiles deformaciones del suelo, sentir explosiones volcánicas y detectar nubes de cenizas. Son los nuevos vigilantes de las montañas de fuego y desde hace un mes en el Monte Santa Helena ya habitan algunos de ellos. Es el resultado del trabajo conjunto de ingenieros y científicos de la NASA, el USGS y la Universidad del Estado de Washington en Vancouver.
El 14 de julio un helicóptero posaba son suavidad estos artefactos en el interior y alrededores del cráter del volcán de Las Cascadas, el mismo que en mayo de 1980 y tras un siglo de quietud despertó en una erupción que fracturó y llevó al colapso la ladera norte del Santa Helena. Hace 5 años el volcán volvió a la vida, arrojando vapor y cenizas, y en enero de 2008 un extenso temblor, aunque de baja intesidad, mantuvo en vilo a los científicos del USGS porque el nivel del suelo subía, cerca del creciente domo de lava, amenazando con otra explosión.
Con inteligencia artificial
Los nuevos centinelas robóticos, que llegan a donde el hombre no puede, son capaces de cumplir su misión en terrenos traicioneros y condiciones extremas de temperatura. Están equipados con un sismómetro, un receptor GPS, un sensor de infrarrojos, otro de luz visible y baterías que duran al menos un año. Son, además, inteligentes pues «están programados para decidir qué significan algunos datos y qué información es importante», dice el ingeniero de instrumentación Rick LaHusen desde el observatorio de vulcanología de Las Cascadas.
Por ejemplo, si el sismómetro detecta un movimiento observará durante unos segundos más para ver si se trata de un terremoto. O si el barómetro siente ondas de presión que indican una explosión, enviará un mensaje para que se alerte a los aviones y éstos modifiquen su ruta. Y trabajan en equipo; si uno de ellos resulta dañado los que están en su red redirigen la información. «Son menos sensibles que los utilizados en las redes permanentes de monitorización, pero aún así son bastante precisos», aclara LaHusen.
Hablando con satélites
Lo interesante de estos artificios es que, además de comunicarse entre ellos y con el observatorio encargado de vigilar el volcán, también establecen contacto con el satélite Earth Observing-1 (EO-1) de la NASA cuando un geólogo o vulcanólogo así lo precisa. El objetivo es hacerse con imágenes de alta resolución ante una erupción inminente y, con la información recibida, volver a calcular las áreas más calientes. A partir de los resultados obtenidos estas redes de «spiders» se reconfiguran y dan más prioridad a esos puntos de mayor actividad, transmitiendo al observatorio más datos sobre ellos y con más frecuencia.
«Con los datos de estos sensores y los que llegan por satélite», asegura Steve Chien, investigador principal de sistemas autónomos en el JPL, «se tendrá un idea más clara de lo que está ocurriendo dentro del volcán». Y esto será de ayuda para tomar decisiones cuando se trata de evacuar un pueblo o una ciudad. Además, añade Chien, «entornos tan hostiles como el Santa Helena nos preparan para futuras misiones espaciales, por ejemplo a Marte, donde una red similar de sensores puede detectar y monitorizar tormentas de polvo y movimientos sísmicos».
Tormentas, por cierto, que también en nuestro planeta son peligrosas sobre todo por su impacto en la aviación. Los científicos piensan, por otro lado, en cómo aplicar estas ideas a estudios de la criosfera y a la extinción de incendios forestales con vehículos no tripulados, entre otros objetivos.
Fuentes: JPL/NASA news, JPL sensorweb project, Steve Chien, the news tribune