Cuando yo nací Italia aún no estaba ‘inventada’, así que soy boloñesa, como la salsa.
En mi casa había dinero y tuve acceso a una muy buena educación, de modo que desde pequeña me enseñaron, entre otras muchas cosas, latín, matemáticas, francés, filosofía, lógica e historia natural. 📚
También me enseñaron a ser modesta y está feo que yo lo diga, pero es que era una niña superdotada. De hecho muchos intelectuales y académicos venían a casa para verme en acción, intercambiando sesudas opiniones y fundados argumentos con expertos en las respectivas materias, y todo ello en varios idiomas.
Ante lo indiscutible de mis capacidades, con solo 20 añitos fui nombrada miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia y obtuve una plaza de profesora de física en la universidad, siendo la primera mujer en conseguirlo. 🥇
En mi época, por ser mujer, para dar charlas en público necesitaba el permiso del Senado, hasta que me casé y entonces era mi esposo el que me tenía que dar permiso.🤦♀️ Por suerte me busqué un marido con mis mismas aficiones e inquietudes y juntos hicimos un gran equipo profesional y familiar… fíjate cómo sería que tuvimos doce hijos. Conciliación a tope.
Las teorías de Newton (el inglés de la manzana y la gravedad) eran la novedad del momento y aún no se impartía en la universidad, así que junto con mi marido creamos en casa un laboratorio y una escuela privada de física experimental. Nuestra escuela se hizo famosa en toda Europa y fue clave en la difusión de la física newtoniana en Italia.
Esta fama y por supuesto mis capacidades, me llevaron al cargo de catedrática de Física experimental y presidenta del Instituto de Ciencia. Ahí queda eso.

