Comunicación CyT

Espacios de ciencia, una propuesta cultural

La ciencia es cultura y si en esta sociedad tecnológica que vivimos se están forjando nuevas culturas, la ciencia y la tecnología no pueden quedarse fuera de ellas. Imaginemos entonces un espacio de encuentro, un entorno informal, ameno, donde se puedan desarrollar inquietudes científicas y un espíritu crítico ante la ciencia y la tecnología, sin rígidas cargas académicas, sin mitos ni pudor, donde se vuelva a descubrir que la ciencia es un vecino más, accesible cada día con actividades de ocio y cultura, y hasta posible en el lenguaje coloquial. Porque en nuestros barrios, en nuestro tiempo de ocio, en nuestras preocupaciones hay espacio para la ciencia.

Antes las actividades culturales estaban en manos de unos pocos privilegiados. Ahora, en cambio, son animadores socioculturales, educadores populares y promotores sociales los nuevos agentes que las realizan. La mayor parte de ellos provienen del campo artístico y de las ciencias sociales, y ésta parece ser la razón de que apenas se den antecedentes de animación en el ámbito de la ciencia y la tecnología. Quizás sea éste el motivo de no encontrar una suerte de “animación científico-cultural”.

Cierto es que los servicios educativos de los museos de ciencia tienden a utilizar en sus programas, como estrategia, técnicas propias de la animación sociocultural (ASC). Museos del descubrimiento, interactivos, como el Cosmocaixa de Madrid y Barcelona, fomentan la exploración sensorial de objetos en sus exposiciones y, además de visitas guiadas y conferencias, organizan actividades para las familias, talleres para los más pequeños y cafés-tertulia para los mayores. Pero mientras la oferta educativa para niños, adolescentes, y mayores aumenta, en muchos museos al adulto de edad inferior a los 50 años aún se le trata como a un simple espectador. La persona adulta, “el aprendiz no guiado”, como así se le denomina en la pedagogía museística, suele ser el público ignorado.

También tenemos espectaculares ferias de la ciencia que en tan solo dos semanas parecen querer compensar, sin lograrlo, la ausencia de ciencia en la vida cotidiana de todo un año. El intento es admirable y muchas de sus actividades son participativas, sobre todo las dirigidas a los más pequeños. Peor suerte tienen los adultos que de nuevo son espectadores y, en el mejor de los casos, asisten a ciclos de conferencias y proyecciones de cine científico, o recorren exposiciones. Lástima que las jornadas de puertas abiertas en instituciones científicas, por incompatibles con el horario laboral, les resulten inaccesibles. Estas actividades de difusión y divulgación son interesantes pero su visión sobre la cultura aún es elitista, hace falta algo más.

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